¿Es mejor tener muchas o pocas expectativas?
Hace un tiempo alguien me preguntó: “¿Cómo es la cuestión de
las expectativas? Algunos caminos psicológicos y espirituales sostienen que es
mejor tener pocas expectativas, porque ellas llevan al apego emocional y a la
frustración. Mientras tanto, otros caminos sugieren que seamos optimistas y esperemos
que ocurra lo mejor, ya que las actitudes positivas favorecen los buenos
resultados”.
Mi respuesta fue la siguiente: “Me parece que no siempre es adecuado tener bajas
expectativas, como tampoco es apropiado tener siempre expectativas muy altas.
Pienso que lo más conveniente es regular
las expectativas de acuerdo con las circunstancias y con nuestra personalidad”
Desde mi punto de vista, dichas formulaciones generales
sobre las expectativas no son verdades universales. Son solo una guía útil, pero
es necesario considerar cada situación en particular.
En relación con las circunstancias, podemos preguntarnos cuáles son las posibilidades de que ocurra
lo que esperamos. Aunque la respuesta solo refleje nuestra creencia (ya que
nadie sabe a ciencia cierta lo que ocurrirá), tener claro qué idea tenemos al
respecto nos provee de un marco de referencia para regular nuestras
expectativas. También nos da la oportunidad de revisar o de modificar esa
creencia si lo consideramos necesario.
Además, está la cuestión de nuestra modalidad. Algunas personas funcionan mejor si
mantienen altas sus expectativas, aun en circunstancias desfavorables,
porque lo sienten como un desafío motivador. Mientras tanto, otras personas prefieren bajar sus
expectativas cuando las situaciones son poco propicias para que la
frustración no les impida seguir adelante.
Dicho de otra manera, hay gente que es optimista por
naturaleza, y que sigue siendo optimista aun cuando los resultados no sean los
esperados y no se apegan mucho a sus deseos. En cambio, hay gente optimista que
se frustra cuando los resultados no se ajustan a sus expectativas, y a la que
le cuesta sobreponerse a la desilusión o desapegarse de lo que quería.
Hay gente pesimista más desapegada que no se frustra mucho si
las cosas no salen bien.
Hay gente pesimista que puede regular su apego y que, si
bien se frustra cuando no obtiene los resultados esperados, se sobrepone con
facilidad a la frustración.
Hay gente pesimista que se frustra y a la que le cuesta
revertir su desilusión.
Por último, están los más realistas. También ellos pueden
ser más o menos apegados, frustrarse más o menos y sobreponerse mejor o peor a
la frustración.
En consecuencia, desde mi punto de vista, más que una
formulación general sobre si conviene tener muchas o pocas expectativas, es más
útil tener claro cuál es nuestra percepción de las posibilidades en cada caso y
qué tipo de expectativas nos ayudan a manejar mejor nuestras frustraciones y
apegos.
Por último, quiero decir que no todos
los optimistas logran siempre mejores resultados, como tampoco a los
pesimistas les va siempre peor, ya que los logros no dependen
exclusivamente de nuestras expectativas.
Lic. Eugenia Lerner
Lic. Eugenia Lerner
Muy buena entrada! Gracias Yo estuve haciendo TCC (cognitiva conduct) un tiempo, y la verdad lo que noté es que no se le daba la importancia debida a las causas ni al contexto, razón por la cual la dejé. El positivismo extremo me resulta reduccionista, superficial. A mí no me sirvió,la verdad prefiero el enfoque humanístico o transpersonal. Yo creo que es más apropiado para un PAS no? Un saludo.
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