No apaga la luz
Dora, a quien conozco desde hace un tiempo, me comentó el otro día que tenía muchos y variados problemas de convivencia con su hija de veintitantos años, y que ya no sabía cómo resolverlos. Me contó varias de sus situaciones problemáticas, de diversa índole y magnitud. Una de ellas llamó particularmente mi atención no tanto por su gravedad, sino porque la consideré más abordable y más posible de resolver en lo inmediato. En mi criterio, abría también la posibilidad de un camino inicial para seguir. La situación en cuestión es que Mara, su hija, se acuesta tarde a la noche y, mientras deambula por la casa, enciende la luz del pasillo que da al dormitorio de Dora. ¿Cuál es el problema? La puerta de su cuarto tiene una rendija por la que se cuela la luz, que le llega directo a los ojos. Como la hija además hace ruido, la madre se despierta y luego, debido a que la luz le molesta, no puede volver a dormir con facilidad. Obviamente Dora ya le pidió de diversas maneras, en diferent...