Simpatía: no todo lo que reluce es oro

A mí me gustan las personas simpáticas y agradables, como supongo le ocurre a la mayoría de las personas. Pero creo que culturalmente hemos desarrollado una avidez por la simpatía que nos deja, a veces, expuestos a valorar más las formas que los contenidos. En mi opinión, desde que se creó el marketing, la publicidad masiva y la construcción de imagen hemos sucumbido, como cultura, a los encantos y a la seducción de lo agradable y atractivo, en donde prolifera una simpatía aparente, que no siempre es genuina. Si bien hay cada vez más consciencia sobre estos estándares, desde mi punto de vista, todavía nos queda un largo trecho por recorrer.

Hace un par de semanas se descompuso mi heladera. Era sábado a la mañana y tenía el freezer lleno. Me propuse buscar un técnico que pudiera venir, de ser posible, ese mismo día. Hice algunas llamadas hasta que logré comunicarme con uno, que me atendió de manera muy agradable y me aseguró que vendría ni bien terminara con otro arreglo.
Dos horas después la heladera estaba funcionando. Mi alegría duró poco porque al día siguiente, al abrirla, vi que todo su interior estaba congelado y que el motor recalentaba.
Llamé entonces otra vez al técnico para pedirle que reparara el nuevo desperfecto. Con tono muy simpático me dijo que me quedara tranquila, que me llamaría más tarde para decirme cuándo podría venir. Esto de que "me quedara tranquila" me resultó reconfortante y le creí. Pero no vino.
Obviamente al tercer día ya estaba muy intranquila. El técnico no apareció más y dejó de atender mi teléfono.

Tiempo atrás asistí a un curso teórico-práctico sobre Eneagrama, que duraba diez días. El Eneagrama es un sistema que describe nueve estructuras básicas de personalidad. Una de las actividades del curso era "juegos teatrales y Eneagrama", que tenía por finalidad llevarnos a vivenciar, expresar y reconocer las diferentes estructuras de personalidad desde este abordaje.
Debido a que en el curso había muchos participantes, se formaron dos subgrupos y a cada uno se le asignó un coordinador de dinámicas teatrales diferente. Antes de comenzar con la actividad, los coordinadores se presentaron frente a todo el curso. La primera en hacerlo fue una coordinadora agradable y simpática que expresó su alegría de estar allí y nos deseó, además, una buena experiencia.
Luego habló el otro coordinador, más serio, algo parco y de mirada un poco severa. Se enfocó principalmente en el sentido de la tarea y en cómo pensaba desarrollarla. Luego de estas presentaciones, hubo un recreo de diez minutos. Todavía no se había dado a conocer cuál de los instructores estaría en cada subgrupo y por los pasillos se escuchaban muchos comentarios en relación a la calidez de la coordinadora que había hablado en primer lugar. Frases del estilo de "ojalá esté en mi grupo".

Al término de la experiencia, cada subrupo debía hacer una presentación, frente a todo el curso, de lo trabajado. Los mejores resultados fueron los del subgrupo que tenía el coordinador más serio. Después de todo, los del otro subgrupo no estuvieron tan contentos, ya que su presentación resultó confusa y desorganizada.

Creo que estos ejemplos muestran por sí mismos lo que quiero transmitir, pero me gustaría agregar otro, que me parece particularmente significativo, y que tiene que ver con las conclusiones a las que llegó una empresa de medicina prepaga, en Estados Unidos sobre cómo las personas eligen a sus médicos. De acuerdo con una investigación realizada por esta prepaga, el factor principal que interviene en la elección de los médicos es su trato agradable y no tanto su idoneidad profesional.
Lic. Eugenia Lerner 



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