Una ensalada griega
En casa, yo preparaba la ensalada griega (que lleva queso, tomate, pepino, cebolla morada y aceitunas negras) con rodajas muy finas de pepino.
Hace poco tuve la dicha de pasar unas vacaciones en Grecia, con un grupo de gente interesada en la historia, la cultura y también en la comida de ese país.
Allí pude disfrutar de esta deliciosa ensalada. A diferencia de lo que yo hacía, los griegos cortan el pepino en trozos y no en rodajas finas. Esto cambia mucho su textura y humedad, e incluso su sabor. La convierte en una ensalada "crocante" y más sabrosa, con más cuerpo. Nunca hubiera imaginado que la forma de cortar una hortaliza pudiera producir tanta diferencia al paladar.
Esta experiencia me recordó que, a veces, una pequeña diferencia puede llevar a un gran cambio.
Hace poco tuve la dicha de pasar unas vacaciones en Grecia, con un grupo de gente interesada en la historia, la cultura y también en la comida de ese país.
Allí pude disfrutar de esta deliciosa ensalada. A diferencia de lo que yo hacía, los griegos cortan el pepino en trozos y no en rodajas finas. Esto cambia mucho su textura y humedad, e incluso su sabor. La convierte en una ensalada "crocante" y más sabrosa, con más cuerpo. Nunca hubiera imaginado que la forma de cortar una hortaliza pudiera producir tanta diferencia al paladar.
Esta experiencia me recordó que, a veces, una pequeña diferencia puede llevar a un gran cambio.
En los lugares en donde comimos, servían tres o cuatro aceitunas por porción. Algunos de mis compañeros de viaje hacían bromas porque decían que en el país de los olivos "se escatiman las aceitunas". Como yo la disfrutaba tanto, no me importaba esta cuestión.
Sin embargo, de regreso en Buenos Aires, para experimentar, decidí incorporar cinco o seis aceitunas por plato. Para mi sorpresa, esta cantidad resultó excesiva, ya que le quitó frescura y liviandad y quebró el balance y armonía de sabores.
Advertí aquí dos reconocidas verdades: no siempre "más" es "mejor"; y que con frecuencia nos apresuramos a sacar conclusiones desafortunadas sobre las costumbres de los demás, tomando por cierto algo que en realidad no lo es.
(Dicho sea de paso, fue el griego Sócrates quien dedicó su vida a demostrar la diferencia entre opinión y conocimiento y a alentar a la gente a que revisara sus opiniones a través de la reflexión, el razonamiento, la observación y la constatación de los hechos).
Así que ahora, cada vez que como ensalada griega, renuevo y refuerzo el propósito que tengo desde hace mucho tiempo: revisar mis opiniones apresuradas, valorar los pequeños cambios (tanto propios como ajenos), y balancear mi vida lo más posible, para que su sabor sea apetecible.
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