Buda, su papá y la felicidad
La historia de Buda siempre me fascinó. Hace
unos días volví a ver la película “Un pequeño Buda” y me quedé pensando no sólo
en Siddartha (el Buda) sino también en su papá y los caminos para alcanzar la
felicidad.
Cuenta la leyenda que el papá de Siddartha, el
rey Suddhodana, había determinado que su hijo, recibiera la mejor formación
posible para que, cuando llegara el momento de sucederlo, fuera un buen
soberano.
Ahora bien, como todos los que conocen su
historia saben, el papá no se conformaba con eso, aspiraba a que su hijo fuera
feliz. Para ello, decidió crear en el palacio y sus jardines, todas las
condiciones imaginables para su felicidad.
Hizo del predio un pequeño paraíso, lleno de lujos,
alegría, belleza y confort. No permitió que los ancianos de la corte se
acercaran a él, para que el príncipe sólo estuviera rodeado de gente joven y
vital. Por otra parte, le prohibió salir del palacio, para que no conociera los
males del mundo.
De manera que Siddartha nació, creció y se educó
allí. También allí se enamoró de una hermosa doncella y se casó. Hasta ese
momento, todos sus anhelos se habían cumplido y su gozo era pleno.
Pero un día, poco antes de que naciera su hijo,
sintió un intenso deseo de partir. Quería saber cómo era el mundo exterior. Después
de su nacimiento se “escapó”.
Fuera del palacio se enfrentó con los ‘males’ y
el sufrimiento del mundo: la vejez, la enfermedad, y la muerte (entre otras
cosas) y no lo pudo tolerar. Tal fue el impacto y la magnitud de su sufrimiento
que decidió buscar un remedio para aplacarlo.
Durante siete años buscó y buscó. Siguió a
diferentes maestros y gurúes y probó concienzudamente todos sus métodos, pero
no logró tener con ellos los resultados esperados.
Un día, casi a punto de darse por vencido, se
sentó a meditar bajo un frondoso árbol, durante varios días, y se Iluminó. Cumplió
así su objetivo de alcanzar la Paz y decidió dedicar el resto de su vida a
cultivarla y transmitir sus conocimientos, para bien de los demás.
Considero que la historia de Buda tiene mucho
para enseñarnos a todos, seamos budistas o no, y me gustaría compartir algunas reflexiones
al respecto.
Podríamos pensar que el padre del Iluminado
(como nos ocurre a casi todos los padres y madres) tuvo algunos desaciertos en
sus criterios y métodos de crianza. Es tranquilizador constatar que estos no le
impidieron a Siddarhta alcanzar la Paz.
Me pregunto: ¿este hijo le habrá reprochado a
su papá el encierro al que fue sometido? En realidad me parece que no hay forma
de saberlo, pero, a juzgar por su actitud, imagino que no debe haberse detenido
mucho a reprocharle. Toda una enseñanza: no fue víctima de su sufrimiento. Puso
el foco y la energía en sanarse.
También me pregunto: ¿si el papá de Buda no lo
hubiese “encerrado” en su paraíso, Buda se habría Iluminado? Quizás, quizás no.
No hay respuesta para esto. Pero parece que “caer del paraíso” fue un factor decisivo
en su determinación de restablecer la felicidad perdida.
Otra gran enseñanza: a veces las experiencias dolorosas
funcionan, en nuestra vida, como las partículas extrañas que hieren el cuerpo blando
de la ostra. Para evitar el daño, ella envuelve la partícula con nácar,
formando así, capa tras capa, una perla. Para repararse, crea y genera una
gema.
Por último, me pregunto: ¿Se puede alcanzar la
Paz negando los males del mundo? Creo que Buda encontró el placer antes de
conocerlos, pero alcanzó la Paz luego de atravesarlos y transcenderlos.
A pesar de todo, el deseo de su padre se
cumplió: Buda finalmente fue feliz.
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