"¡¿Ladrones de energía?!"
Soledad
regresó a su casa después del trabajo. Abrió su Facebook para distraerse un
poco antes de la cena. Una foto del Dalai Lama llamó su atención. El título
decía: “Los 10 ladrones de tu energía” y debajo de la foto se leía:
1.
Deja ir a personas que
llegan para compartir quejas, problemas, historias desastrosas, miedo… etc.
Dudó
de que esas fueran las palabras exactas del Dalai, porque él habla siempre de
la comprensión y la compasión entre los seres. Pensó en su compañera deprimida,
por una reciente separación y en las largas charlas, en las que ella aliviaba
su congoja. Según estos consejos ¿debería alejarse de ella? ¿Su compañera
estaría “robando” su energía?.
Pero
lo cierto es que aunque por momentos se sentía un poco abrumada, sus
conversaciones contribuían a profundizar la relación y a afianzar los lazos de
confianza entre ellas.
Más
abajo, en inglés, otro post decía: “Keep people in your life that truly love
you, motivate you, encourage you, and make you happy” (Mantén en tu vida a la
gente que verdaderamente te ama, te motiva, te anima, te inspira, te engrandece
y te hace feliz).
Sintió
que ella no estaba a la altura de esos requerimientos y se entristeció. Quizás
por eso tenía pocos amigos. No siempre podía motivar a otros, animar, inspirar,
engrandecer, ni hacer felices a los demás.
Soledad
había llegado al mundo con un temperament0 melancólico y tenía que lidiar
constantemente con su pesimismo y tristeza innata. No era así porque quería.
Había hecho muchas cosas para mejorar y aprendido a modificar un poco sus
estados de ánimo. Pero no lograba cambiar lo esencial. Era muy sensible y
profunda, las vicisitudes de la vida la afectaban mucho y no sabía tomarse las
cosas con liviandad, como le sugerían.
Ese
día lo que vio en Facebook la desanimó. Cerró su computadora, y para cambiar la
“onda” tomó el diario y buscó la sección espectáculos.
Mientras
buscaba no pudo evitar detenerse en una nota: “Hace poco más de un mes la
Organización Mundial de la Salud hizo públicas las cifras sobre la cantidad de
personas afectadas por alguna forma de depresión, en los 194 países en donde la
OMS tiene sedes…. Las cifras resultan alarmantes, 350 millones de personas
deprimidas…”
Pensó:
350 millones de personas deprimidas y probablemente muchas más que están tristes
o no son felices, que no se computan en estas estadísticas. ¿Qué pasaría si la
gente comenzara a segregarlas? ¿Qué pasaría si se instalara el estigma social
de la tristeza? ¿Serán los tristes y desanimados los nuevos condenados y
discriminados de la Tierra?
Al
día siguiente, Soledad llegó al trabajo y cuando se encontró con su compañera,
la abrazó.
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