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Mostrando entradas de mayo, 2011

Pere y Grino: la magia de alimentarse.

En unos días más Pere y Grino tendrían que pasar la prueba final para estar en condiciones de independizarse. Esta prueba consistía en obtener su propio alimento. Una vez que demostraran su capacidad de abastecerse por sí mismos, papá Hal y mamá Con prepararían la ceremonia de despedida. Luego, según la tradición, dejarían el nido. Pere, dado su temperamento aventurero, no veía la hora de explorar nuevos territorios. Grino más bien prefería ensoñar esas situaciones, en la comodidad de su hogar. Como tenían personalidades tan diferentes, también encaraban su entrenamiento de manera diferente. Pere practicaba muchas horas al día y ejercitaba su agudeza visual y otras habilidades físicas y mentales necesarias para cazar. Generalmente quedaba extenuado. Grino, en cambio, sólo utilizaba unos minutos diarios para estas cuestiones y el resto del tiempo lo pasaba jugando, descansando e imaginando que cazaba gordos pajaritos. Pero al parecer su sistema no estaba funcionando bien, porque hasta e

Pere y Grino: acerca de la comodidad, el placer y la satisfacción.

Hal y Con vivían en una maravillosa montaña desde hacía unos meses. Habían elegido ese lugar para anidar debido a que era una zona boscosa, llena de pequeñas aves e insectos de los que alimentarse y con pocos depredadores a la vista. Había, además, varios arroyitos para tomar agua que al pasar emitían sonidos casi musicales, cuyo efecto era relajante o estimulante, según la cantidad de agua que llevara la corriente. Poco tiempo después de establecerse allí, Con puso dos hermosos huevos, de los que nacieron sus crías, Pere y Grino. Al principio, la crianza tuvo sus dificultades, pero con el pasar de los días los papás se volvieron más duchos y podían distribuir mejor el tiempo entre juegos y obligaciones. Pere y Grino crecían confortablemente bajo el cuidado de sus dedicados padres. Cuando cumplieron dos meses, para festejar, Hal les llevó dos suculentos bocados, que devoraron con placer. Una vez que terminaron de comer, el papá dijo con voz firme y paternal: “ya les creció el plumaje,

La fábrica de proyectos

Al ingresar al predio, una mujer amable les preguntó: “¿en qué puedo ayudarlas?”. -           Venimos a hablar con la Asesora de propósitos -respondió una de ellas. -           Tomen asiento, por favor –dijo la mujer- en unos minutos las recibirá. Tengopereza, Quierolograrlo y Todoya se sentaron a esperar. Tengopereza fue allí “bajo protesta” porque, a esa altura de los acontecimientos, había perdido el interés en el proyecto. De manera que se sentó en el sillón más cómodo que pudo encontrar, y masculló sobre él su disconformidad. Quierolograrlo, estaba bastante expectante y con muchos interrogantes. ¿Cómo sería la Asesora ?, ¿cuánto ayudaría? ¿Qué pasaría con el proyecto? Estas y otras preguntas se le cruzaban insistentemente por la cabeza desde hace días. Sentía una mezcla rara de optimismo y dudas respecto de lo que tenían por delante. Por eso, mientras esperaban, decidió pensar en otras alternativas, por si esta no daba los resultados esperados. Todoya estaba, como era habitual, n