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¿Y si no tengo ganas?

  “Tengo que completar esta tarea que no me gusta”, “tengo pereza de hacer gimnasia”, “tengo que ordenar el placard y no tengo ganas”.   Podría seguir con una larga lista de las cosas que necesito o que elijo hacer y que me dan pereza, que no me gustan o que me tensionan en algún sentido. ¿A quién no le pasa? Hace unos años me empujaba a la acción, remando fuerte contra la corriente y bajo protesta. Generalmente lograba hacerlas con alguna satisfacción posterior por haberlo logrado, aunque padeciendo el proceso. Alguien alguna vez me sugirió que me “alivianara” y que me dejara “fluir”. Hum… pensé. ¿Será así? Lo intenté y lo que fluyó fue la pereza y el desgano. Nada de lo que tenía por delante. Evidentemente eso no me había resultado productivo. Decidí poner en práctica otras maneras de hacer este tipo de cosas, de acuerdo con lo aprendido a través del Sistema Huna. Probé diferentes enfoques. Según mi disposición y mi nivel de energía, a veces me funcionaba una forma y otras

Ejercicios varios

Hace unos días, después de un largo período de practicar yoga en casa, comencé a ir al gimnasio El primer ejercicio de mi nueva rutina consiste en una caminata de quince minutos en la cinta. Hoy llegué, regulé la velocidad del aparato en cuestión y empecé a caminar. Tal como había hecho los días previos, apoyé las manos sobre la barra delantera para sostenerme. Minutos después sentí una difusa incomodidad. Sin pensarlo, giré la vista hacia la izquierda. Vi que la caminante de al lado balanceaba rítmicamente sus brazos al andar (no los tenía sobre el soporte como yo). Ese balanceo me pareció más natural y decidí imitarla, aunque no me salió igual. Al mover los brazos mi cuerpo comenzó a balancearse también y perdí estabilidad. Me sentí insegura. “A mi edad, no vale la pena correr estos riesgos”, pensé. De manera que volví a tomarme del sostén delantero. Mientras seguía caminando surgieron varias preguntas: ¿será beneficioso caminar sin mover los brazos? ¿Al sostenerme tensiono los hombr

El exprimidor de naranjas

Hace unos meses, en medio de la cuarentena, dejó de funcionar mi exprimidor eléctrico. Duró casi veinte años, de manera que ya me había acostumbrado mucho a él. Lo sentía como un amigo en la cocina. Me "proveía" de ricos y saludables jugos de naranja, haciendo fácil la tarea. ¿Qué hacer? Los negocios estaban cerrados. Cada tanto me fijaba en Internet para ver cuál podía adquirir, pero ninguno me convencía. De todas maneras, pensaba, no es un artículo de primera necesidad. Aún así, cada vez que tenía ganas de tomar un jugo, navegaba por la web para ver qué exprimidores se ofrecían. Así pasaron los días y las semanas hasta que las fruterías se llenaron de naranjas. Ya no quise esperar más. Me dije: “haré un jugo con el exprimidor de mano”. Mientras presionaba y rotaba las naranjas mi cuerpo y mi mente protestaban. Extrañaban a su predecesor eléctrico.  Hoy pasé por la frutería y compré tres kilos de naranjas, que estaban en oferta. Lo primero que hice al llegar a casa, fue apar

Mamba, Candie y sus potrillos

Una mañana mi querida amiga Eve (que vive en Peuma Hue, una Estancia Turística, a orillas del lago Gutiérrez) me llama contenta para anunciarme: - ¡Nació la bebé de Mamba! ¡es una potranca divina! Estoy un poco preocupada porque todavía no se para. Veremos cómo sigue, ya vino el veterinario.  Unos días después me entero de que, pese a todos los esfuerzos y cuidados que se le prodigaron, la potranca pereció. Eve me contó, muy conmovida, que la yegua corría por todos lados, relinchando desesperada cuando tuvieron que retirar el cuerpito inerte de su bebé.  La pena de mi amiga se mitigó un poco cuando el veterinario le aseguró que Mamba estaría bien en pocos días, “ya que las yeguas superan rápidamente sus pérdidas”.  Un mes después otra yegüita, Candie, alumbró un potrillo muy parecido al anterior. La semejanza no era casual: ambos fueron engendrados por el mismo padre. Candie, que se había apartado de la manada durante el alumbramiento, regresó a la cuadrilla con su hijito, unos días de

Abrir la puerta

La brasa estaba lista para el asado. Dani fue a buscar la carne a la heladera. Tiró de la manija y se quedó con casi todo el mango en la mano. Sólo permaneció un muñón de unos pocos centímetros de largo.  Con cara de pena enojosa vino a anunciarnos lo sucedido. Era tarde y teníamos hambre. Estábamos de vacaciones familiares en Costa del Este, con una pareja amiga que había venido a pasar el fin de semana al bungalow que alquilábamos. El día anterior habíamos llenado la heladera. Cuando Jorge, mi marido de entonces, escuchó lo sucedido se impulsó cual bala a la cocina. Tomó el repasador, envolvió la parte del picaporte que aún quedaba y empezó a forcejear. Unos minutos después regresó al comedor puteando. -     -           No hay caso ¡No se puede abrir! –exclamó- ¡No puedo estar ni un solo día tranquilo, sin problemas! Desde hacía meses ansiaba descansar en la playa y liberar todo el estrés acumulado.   No sabíamos qué hacer. Llamamos al dueño de la casa y no pudimos comunicarnos

Vuelvo sobre tus huellas, Tom

Cuando terminé de leer “Awakening Spirits” y “The Journey”, de Tom Brown, supe que él sería mi tercer maestro chamánico.  Impulsada por la certeza me anoté en el curso básico de rastreo y supervivencia, que era pre-requisito para sus cursos de chamanismo. Llegué de mañana al campamento, en las afueras de New Jersey, armé la carpa y preparé mis cosas. Cansada por el viaje y los preparativos me dirigí al galpón donde se daban las clases. Apenas cabíamos. Ciento setenta y cuatro participantes de varios países, todos apiñados en largos bancos de madera, sin respaldo, duros. En el frente, sobre una tarima, un sillón de madera rústica. El ambiente no se parecía en nada a los cómodos salones por los que yo había transitado en otros cursos. El aspecto de los participantes tampoco. Había muchos cuerpos robustos con ropa de camuflaje. Todo más agreste y salvaje. Una aseveración, leída en uno de sus libros, se presentó con fuerza en ese momento: safety, security and confort are euphemisms

Una técnica de respiración para armonizarnos

Desde tiempo inmemorial se ha utilizado la respiración consciente para producir cambios físicos, emocionales y mentales. Existen muchas técnicas de respiración diferentes que producen diferentes efectos. De manera muy sintética, podemos decir que algunas producen relajación, otras aumentan nuestro nivel de energía, mientras que otras incrementan nuestra energía y nos relajan a la vez. He aquí una técnica para armonizarnos, que nos energiza y relaja a la vez :  Podemos hacer esta respiración en cualquier posición que nos resulte cómoda: sentados/as, acostados/as o incluso de pie, tanto con los ojos abiertos como cerrados. Se inhala y se exhala por la nariz.  Antes de comenzar, para familiarizarte con la técnica, lleva la atención a la coronilla (la parte de arriba de la cabeza), luego lleva la atención debajo del ombligo (dos o tres centímetros por debajo, que se corresponde con el segundo chakra) y por último a la planta de los pies. Este proceso es sólo para que practi