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Mostrando entradas de 2012

Ecología de la paz

Decía Krishnamurti que si queremos Paz en el mundo debemos comenzar por nosotros mismos. Lo podemos hacer extensivo a nuestras relaciones. Aquí un breve relato de lo que ocurrió una tarde con un matrimonio, él ecologista, ella empleada de la justicia: Llovía y la película empezaba en cuarenta minutos. Hacía alrededor de seis meses que por distintos motivos no habían podido ir al cine. Ya habían dejado a dos de sus hijos con la abuela. Ahora restaba ubicar al pequeño en lo de un amiguito. El papá lo acomodó en el asiento trasero del auto y antes de partir, su mujer le dijo: "por favor, cargá nafta en el camino, que el tanque está vacío". El hizo un gesto con la cabeza y se fue. Diez minutos después, pasó a buscarla, tocó bocina y ella subió rápidamente al auto. Mientras se acomodaba en su asiento miró, en un acto reflejo, la aguja del medidor y vió que estaba exactamente en el mismo punto que antes:  "vacío". - No cargaste nafta !? - dijo ella - No, n

Una ensalada griega

En casa, yo preparaba la ensalada griega (que lleva queso, tomate, pepino, cebolla morada y aceitunas negras) con rodajas muy finas de pepino. Hace poco tuve la dicha de pasar unas vacaciones en Grecia, con un grupo de gente interesada en la historia, la cultura y también en la comida de ese país. Allí pude disfrutar de esta deliciosa ensalada. A diferencia de lo que yo hacía, los griegos cortan el pepino en trozos y no en rodajas finas. Esto cambia mucho su textura y humedad, e incluso su sabor. La convierte en una ensalada "crocante" y más sabrosa, con más cuerpo. Nunca hubiera imaginado que la forma de cortar una hortaliza pudiera producir tanta diferencia al paladar.  Esta experiencia me recordó que, a veces, una pequeña diferencia puede llevar a un gran cambio. En los lugares en donde comimos, servían tres o cuatro aceitunas por porción. Algunos de mis compañeros de viaje hacían bromas porque decían que en el país de los olivos "se escatiman las aceitunas&q

Exigencias de viaje

El espíritu de Aloha, propio del Huna de la Polinesia, propicia el agradecimiento, la valoración, la colaboración, el respeto y el cuidado en la relación con uno mismo, los demás, el medio ambiente y las circunstancias. Una partida La madre la acompañó al Aeropuerto de Ezeiza. Había contratado el seguro de viaje de su hija, trasladado la gatita a su casa para cuidarla durante su ausencia, combinado día y hora con el plomero para reparar el caño de la cocina de su hija, y algunas cosas más.  Como tenía un compromiso esa mañana, sólo podía ir con ella hasta la puerta de la terminal, pero no esperar a que embarcara. Se despidieron con premura y calidez. La madre le indicó al chófer la dirección donde debía ir. Llegarían a tiempo. Unos minutos después, escucha su celular: - "mamá, tenés que volver YA! -entre enojada y desesperada- te llamé diez veces ! qué pasa que no me atendías??? - ¿¿¿Qué pasó??? -pregunta la madre. - El avión no sale de Ezeiza, sale de Aeropa

Piedrita marina

Hace poco caminé por una playa en la que había diversos cúmulos de piedritas marinas desparramados en la arena. Como estas piedras me gustan mucho, me quedé allí un largo rato, contemplándolas, tocándolas, admirándolas y pensando que podría llevar alguna, como recuerdo de ese lugar. Seleccioné algunas y las llevaba en mis manos, cuando de pronto sentí que no, que esas piedritas no eran para mi, que debía dejarlas y las solté. Esa noche tuve un sueño muy especial, en donde hacía algo que podría haber sido complicado y doloroso, con facilidad, placer y tranquilidad. Me pareció un sueño significativo, porque suelo poner más energía y esfuerzo del necesario en algunas cosas. Sentí que el sueño traía el deseo y la experiencia de una nueva etapa, en la que podría regular mejor el esfuerzo al hacer las cosas. Tomé consciencia de este deseo y lo convertí en una intención. A la mañana siguiente volví a la playa. Ya no pensaba en llevar una piedrita. Pero a los pocos pasos,

Culpa por los gatitos

Uno de mis queridos alumnos, me contó que en sus vacaciones estaba paseando con su pareja a orillas de un río, cuando de pronto vio pasar una tabla, sobre la que flotaban varios gatitos. Inmediatamente los rescataron y les dieron abrigo. Ese mismo día los ofrecieron y una persona se los llevó, pero no pudieron desprenderse de una de las gatitas. Era tan cariñosa y hermosa que decidieron volver con ella a su casa, en la que conviven con otros cuatro felinos. Unas semanas después me envió este e-mail: “Estoy partido... la gatita que adoptamos contagió a todos los gatos de un virus bronquial.  Más allá de que vino vacunada, desparasitada, y sumamente atendida, parece que portaba algo latente. Todo empezó el sábado pasado.... de repente de tener todos los gatos sanos, empezamos a ver que varios estaban respirando por la boca. Volamos a la veterinaria, empezamos tratamiento, pero Rumi, el mágico compañero de camino, empezó a estar cada vez peor. El domingo lo internamos. Íbamos todos los

La “lasagna” de la incomprensión.

Gabriel está con malestares digestivos desde hace un tiempo y le “tomó idea” a la lasagna. Hace unos meses se descompensó y lo tuvieron que internar, pocas horas después de comer un suculento plato de dicha comida. Aparentemente la lasagna no tuvo nada que ver con lo que le pasó, (quizás sólo fue “la última gota que rebalsó” su aparato digestivo) pero en su memoria, quedó fuertemente asociada con aquel padecimiento. Hace unos días sus suegros los invitaron (a él y a su mujer) a cenar a su casa. La suegra, excelente cocinera, preparó una exquisita lasagna, que llevó a la mesa con una sonrisa de satisfacción. Cuando Gabriel la vio sintió que su cuerpo se estremecía. No tenía ganas de comerla, pero tampoco quería perturbar al resto de los comensales y, menos aún, molestar de alguna manera, a su suegra. Por otra parte, parecía muy tentadora, así que respiró profundo y se la comió. Horas después sintió un ligero malestar y al día siguiente estuvo todo el día un poco “descompuesto”. No ten

Medita Dora

Dora era bastante ansiosa, y se impacientaba e irritaba con facilidad. Hacía mucho tiempo que intentaba estar más serena, pero no lo lograba. De vez en cuando, en los picos de intranquilidad, pensaba que quizás necesitaba ayuda, pero cuando volvía a su meseta, olvidaba la cuestión. Un día, a raíz de un conflicto con su pareja, se desbordó tanto que se sintió bastante desquiciada. Se dio cuenta que no podía seguir así. Tendría que hacer algo al respecto. Una de sus amigas, asidua meditadora, le había sugerido varias veces que meditara, pero a Dora no la atraían mucho “esas cosas”. No obstante en esas circunstancias, estaba dispuesta a probar casi cualquier cosa, con tal de estabilizarse un poco. Llegó al lugar que su amiga le recomendó y le dijeron que esperara en el salón. Allí ya había unas cuantas personas sentadas en el piso, con las piernas cruzadas y los ojos cerrados. “uy… qué fastidio”, pensó, “esto no va a funcionar”. Esa postura francamente la incomodaba, le producía dolor de