Efectos de un dogma

El hijo de una querida amiga, Pedro, de treinta años, quedó viudo recientemente, con un hijo de siete. Por cuestiones económicas y de cuidado del niño, decidió que lo mejor sería aceptar el ofrecimiento de su madre y mudarse a vivir con ella.
La diligente y amorosa madre-abuela se abocó entonces a preparar todo lo que estuviera a su alcance para recibirlos. Buscó una escuela para su nietito, próxima a su casa, ya que el establecimiento al que concurría quedaba muy lejos de allí.
En pocos días consiguió una vacante a media cuadra de su domicilio, en una buena escuela que tenía, además, la ventaja de tener doble turno. Muy conveniente debido a que tanto el papá como la abuela trabajan todo el día.
Contenta con lo que había logrado, atendió el llamado telefónico de su hermana (tía de Pedro):
-        Hola ¿cómo estás? – pregunta Petra (su hermana)
-        ¡Bien! ¡Hoy pude anotar a Lucio en la escuela de la vuelta!
-        ¿cómo? ¡¿LO VAS A CAMBIAR DE ESCUELA?!!!! –dice Petra, con voz de psicopedagoga indignada- Son demasiados cambios para Lucio. Eso no es bueno para él. ¡¡Y menos doble escolaridad!! El no está acostumbrado….
-        ¿Te parece? (contesta mi amiga) pero la otra queda muy lejos, no podemos llevarlo y traerlo… además Lucio es muy sociable y adaptable... No creo que tenga problemas…
-        Estás equivocada. En todo caso se puede contratar un micro escolar y a alguien que lo cuide a la tarde y le dé el almuerzo.
Esas aseveraciones le cayeron como un balde de agua fría. ¿Más gastos? ¿Más complicaciones? Si bien sabía que estaba haciendo todo lo mejor posible, la opinión “calificada” y fría de su hermana pedagoga, la hicieron tambalear.
Petra no dudó en transmitirle luego a Pedro sus sabios consejos, quien se llenó de temor y ansiedad al escucharlos. No quería que sus decisiones afectaran la escolaridad de su hijo, pero tampoco tenía los medios para que continuara en la misma escuela. Así que ahora tenían un nuevo conflicto.
Mi amiga se sintió devastada. En medio de esta situación tan crítica, su hermana no sólo no estaba a su lado para ayudarla, sino que además complicaba más  las cosas.
Sin embargo, con ánimo de resolver, consultó el tema con otros profesionales que, para su tranquilidad, opinaron que no sería tan perjudicial este cambio. Opinaron que, dadas las características del niño y sus circunstancias, se podía acompañar su adaptación, y que no sólo había que cuidar el bienestar del niño, sino también el de los que lo rodeaban.
Semanas después mi amiga comprobó que había estado en lo cierto: su nieto no sólo no tuvo dificultad en adaptarse, sino que además se sentía más a gusto en la nueva escuela. De todas maneras, para cerciorarse, tuvo un breve encuentro con la maestra, quien le confirmó la gran capacidad de adaptación de Lucio, su sociabilidad y buena disposición con las tareas.
Después de hablar con la maestra mi amiga se preguntó: ¿qué diría ahora Petra al respecto? ¿Dónde quedarían sus aseveraciones dogmáticas?
Se alegró de tener un espíritu firme y una mente abierta para considerar la particularidad de las situaciones y las personas. Y se alegró, también, de que sus convicciones estuvieran al servicio de ella, y no ella al servicio de algún dogma.

Comentarios

  1. Cuántas veces nos sucede que los de afuera suelen ejercer, sobre nuestros actos, una influencia que nos angustia y nos perturba el alma, de tal forma que hasta dudamos de nuestras capacidades. Este texto refleja esas situaciones... gracias Eugenia, Siempre es un placer leerte.

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  2. Muy bueno el tema, Euge!
    Y esto vale en cualquier circunstancia. Muchas veces no pedimos consejo porque lo tenemos claro y sin embargo alguien opina en forma imprudente sembrando la duda.
    A veces es cuestión de emplear el sentido común, buscando el bien para todos y no de la persona como un ser aislado del contexto social y familiar.
    Me pareció bueno cuando lo leíste en el taller, pero ahora que lo rumié me parece aún mejor.
    Gracias! Susana

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